domingo, 21 de marzo de 2010

hoy

¿Podría ser que el motivo por el cual sufro sea precisamente lo contrario de lo que siempre he pensado? Hoy he tenido de forma clara la sensación de que soy superficial, de que todo lo que hago, y me atrae o excita, se encuentra en la más pura y dura superficialidad de las cosas y hechos. Es curioso, siempre me han dicho que parte de mi sufrimiento era debido a profundizar tanto en las cosas, ahora sin embargo se me antoja la idea de que podría ser totalmente al contrario, ejemplos mil que señalaré a modo de recordatorio: en la comida, en la música y artes en general incluyendo la pintura, en el amor y el sexo, en las relaciones, en los trabajos, en los hobbies y más cosas que iré recordando. En la comida por ejemplo, me he dado cuenta fijándome en otras personas y en especial en Gerard y Llapi, que yo ni se comer y ni siquiera disfrutar de mi propia forma de engullir. Los escucho hablar de lo que comieron aquí y allá, y no puedo más que tener envidia, cuantas cosas estoy perdiendo, pienso; pueden hablar durante una hora de todo lo que envolvía esa comida o cena, por sencilla que pueda parecer, describen como estaba hecha, que tipo de aceite fue utilizado, la manera como lo fabricaron, que tipo de vino fue el que acompañó la velada, y un largo etcétera que me cansa recordar y además me aburre un montón, como después de diez minutos escuchándolos. Yo por ejemplo, nunca me he fijado en el tipo de aceite, o como pudo ser fabricada la comida que me servían, el vino siempre me gusta más cuando le pongo gaseosa, por tanto es un desperdicio darme uno bueno, con solera y tradición, es más, me jode que me pongan un buen vino, porque luego no me atrevo a mezclarlo con la gaseosa, cualquiera se atreve ha hacer algo así en cualquier mesa española, catalana o portuguesa. Bien, cualquiera podría decirme que todo eso es una cuestión de gustos y no de superficialidad. Y yo respondería rotundamente no; que es falta de conocimiento y de atención por mi parte, ¿educación? Tal vez, la educación nos hizo como somos está claro. Pero luego, después de un tiempo, somos ya nosotros, lo que queda de todo aquello que nos enseñaron, incluido los miedos heredaros. Y en mi caso quedó una forma extraña de vivir y ver las cosas, una forma liviana y volátil que solo puede recorrer las cosas por fuera, como si no pudiera parar de ese vuelo y reposar tranquilo, que al fin y al cabo, es de lo que hablo: de la tranquilidad para poder observar de forma más profunda el mundo que me rodea, y esta conclusión me lleva otra vez a confirmar la superficialidad de mi existencia.

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