jueves, 28 de enero de 2010

ansiedad

El término sirve a menudo como sinónimo de -angustia- (muchas lenguas no distinguen las dos nociones), especialmente en el lenguaje médico (que cada vez las distingue menos). La ansiedad, sin embargo, atañe más a la psicología que a la filosofía. Es más un rasgo de carácter que una situación existencial, más un estado que una experiencia, más una disposición patológica que ontológica. Es como una angustia sin pretensiones, que se refiere menos a la nada que a lo posible, y por eso se parece más al temor. Es el miedo vago de algo preciso, y el miedo de este miedo, y la predisposición a experimentarlo. El ansioso siempre tiene un miedo anticipado: verifica tres veces que ha cerrado su puerta, teme siempre –para sí o sus allegados- la enfermedad, los accidentes, la desgracia... Adopta, contra su propio miedo, un despliegue de preocupaciones que no hacen más que aumentarlo. Tiene miedo de tener miedo, y eso le espanta.
La ansiedad, incluso patológica, no siempre carece de fundamento. Resulta más bien de la aguda conciencia de los peligros que efectivamente corremos, pero exagera su probabilidad y no deja, es su suplicio, de adelantarse e ellos. Es un miedo intempestivo y desproporcionado.
Su contrario es la confianza; sus remedios, la medicina o la acción.

lunes, 25 de enero de 2010

yo, mi, me...




Ahogado en su propio pensamiento,
embotado de cordura hasta las orejas,
impaciente esperaba al tiempo
que no se dignaba a aparecer.
Solo ante su propio dolor
que insistía en quedarse.
Se empobreció de tiempo,
Se enamoró de la nada,
y pensó que él mismo
era lo mejor de su vida.
¿y tú me preguntas qué es egoísmo?
Egoísmo soy yo.
Yo que no te quiero.
Yo que dejé de desearte.
Yo que sólo te quise un instante,
y creo que fue de locura.
Yo que ando todo el día flirteando
conmigo mismo alrededor de mi ombligo.
Yo que puedo vivir sin ti
pero no sin “migo”.
Yo que ando sobre mis propios pasos
para crearme la ilusión de perseguirme
y encontrarme algún día.
Yo que comparto incluso mi nada
a cambio de lo que sea.
Yo que me estudio
para no ser desaprobado.
Yo que pienso en cualquier cosa
antes de esperar que sea.
Yo que lo perdono todo
por creerme el más culpable.
Yo que me repito una y otra vez
por el miedo a olvidarme de algo
Yo que hago algo bueno
tan sólo para sentir la recompensa del halago,
yo que halago sólo para ganarme las confianzas.
Yo que escribo para deleitarme
con los renglones que voy creando.
Yo que no soy más falso
porque carezco de voluntad.
Yo que intento sentir diferente de lo que siento
porque lo que siento me parece impropio.
Yo que me niego a ser lo que soy
cerrando los poros ante la evidencia
de lo que acabaré siendo.
Yo que pretendo quererme
pero no hago más que matarme.
Yo que afronto las cosas por detrás
para asegurarme la huída.
Yo que me crezco ante la adversidad
pero tiemblo ansioso ante la alegría.
Yo que presumo de ser libre,
pero no escapo a mi propia condena.
Yo que lloro de pena
y tiemblo de miedo.
Yo que si fuese otro
me odiaría por no ser yo.
Yo que si siguiera siendo otro
ahora estaría hablando de él.
Yo que no se bien lo que quiero
pero siento que lo quiero todo.
Yo que en cada palabra que escribo
siento el vértigo de una montaña rusa.
Yo que en cada cosa que enseño
albergo el miedo de ser descubierto.
Yo que un día metí la ansiedad
en mi cama
y aún no se ha ido.
Yo que perdono a todos,
menos a mi mismo.
Yo que araño el aire
recelando de la verdad que oculta.
Yo que me oculto
para no saber la verdad.
Yo que ahora…estoy cansado
continuaré hablando de mí
fuera de estas lineas.

sábado, 23 de enero de 2010

Alegría


Es uno de los afectos fundamentales y, por eso, es imposible definirla de un modo absoluto. Si alguien no la ha experimentado nunca, ¿cómo podríamos hacerle comprender en qué consiste? Pero todos la hemos experimentado alguna vez. La alegría brota cuando se satisface un deseo intenso (la alegría del bachiller el día de entrega de las notas), cuando se evita una desdicha (la alegría de quien se ha recuperado de una enfermedad, o del convaleciente), cuando nos invade la felicidad, o parece hacerlo (la alegría del enamorado cuando se sabe amado)…Goce, pero espiritual o espiritualizado (re-gocijo). Es el elemento de la felicidad, a la vez mínimo (en el tiempo) y máximo (en intensidad). Sin embargo, es un elemento singular: no se puede imaginar la felicidad sin ella (al menos sin su posibilidad), pero la alegría puede existir sin la felicidad. Es como una satisfacción momentánea de todo el ser: un asentimiento a uno mismo y al mundo. Epicuro diría: placer en movimiento del alma; y Spinoza: aumento de potencia (paso a una perfección superior). De hecho, existe en la alegría una movilidad específica, que constituye su fuerza al mismo tiempo que su debilidad. Algo en ella-o en nosotros-le impide durar. De ahí el deseo de beatitud (deseo de eternidad) y el sueño de la felicidad (cuyo único contenido psicológico observable quizá sea la alegría) La alegría es así nuestra guía y nuestra regla: para el alma, su lucero del alba. Es el origen, para nosotros, de la idea de salvación. (La alegría -escribe Spinoza-es el paso de una menor a una mayor perfección).Como la perfección misma no es otra cosa que la realidad, eso significa que la alegría es el paso a una realidad superior, o, mejor, a un grado superior de realidad. Regocijarse es existir más: la alegría es el sentimiento que acompaña en nosotros a una expansión, o a una intensificación, de nuestra potencia de existir y de obrar. Es el placer-en movimiento y en acto-de existir más y mejor.

Nota mía:
Recuerdo que hace un tiempo, un amigo que acababa de cumplir setenta años, me comentó que empezaba a tener conciencia de muerte, que sintió que todo el camino recorrido era mucho mayor que el camino que le quedaba por recorrer y por eso ahora quería escoger bien lo que decidiría hacer ya que el tiempo es menor. Yo claro está con la mitad de años menos no pude saber que se siente, aún así le entendí perfectamente. Pero lo que me admiró realmente de aquella conversación, que no fue más larga de lo que aquí escribo, es la respuesta de mi buen amigo cuando le pregunté: ¿y hay algo de lo que te arrepientas de no haber hecho? _“no haberme usado más” respondió. Creo definitivamente que esa respuesta es de alguien que ha sabido y sabe vivir con Alegría.

viernes, 22 de enero de 2010

voluntad

Es la facultad de querer: el acto en potencia o la potencia en acto. No hay que confundirla con el deseo, que es su género próximo. Se pueden desear simultáneamente varias cosas contradictorias (por ejemplo, fumar y no fumar), pero no quererlas: porque sólo se quiere verdaderamente lo que se hace, y nadie puede, al mismo tiempo, hacer y no hacer la misma cosa. La voluntad es una determinada especie de deseo: es un deseo cuya satisfacción depende de nosotros.(Pero ¿y si fracaso?) Eso no cambia nada: la voluntad se refería a la acción, no al resultado (que sólo era el objeto de una esperanza). Cualquier voluntad es potencia de elección: es el poder determinado de determinarse a uno mismo. Esto distingue suficientemente la voluntad del libre albedrío (que sería el poder indeterminado de determinarse uno mismo), de la esperanza, que desea más de lo que puede, y, finalmente, de la indolencia, que renuncia a elegir. Por eso la voluntad no es sólo una facultad, sino también una virtud.

jueves, 21 de enero de 2010


Imagino un lugar, un sitio para ir creando. Sueño despierto con plantas y madera de roble que me envuelven, parquet bajo mis pies y una hermosa alfombra para el invierno; en ese lugar el sol entra por todas partes y desde el sofá que acoge mi lectura el atardecer dora las páginas de mi libro. Me levanto temprano con las primeras luces de la mañana que llevan rato acariciándome, por fin se lo que es descansar, lo he conseguido. Voy a la cocina, pongo a hervir el agua para el mate, mientras espero que hierva contemplo mi obra, que guapa me quedó la cocina, todo está limpito y ordenadito ¡me encanta! El agua ya está y la yerba ya se hinchó. Subo al estudio, la luz entra rabiosamente invitándome a trabajar, enciendo un cigarrito, ordeno unos bocetos y ya está, mis manos continúan solas, ya saben por donde empezar hoy, mi motivación y alegría es sentir que no tengo idea dónde acabaremos, casi siempre hay alguna grata sorpresa animándome a continuar y si no “no pasa res” como dice la Ula.

jueves, 14 de enero de 2010

otra forma es posible



Está claro que cada uno ve las cosas desde sus experiencias y emociones. Cuando nos abrimos delante de una pantalla para dejar que entren en nosotros historias que alguien nos quiere contar no sabemos que puede despertarnos dentro, para mi esa es la magia del cine, a veces no tenemos claro por qué nos acabamos sintiendo de tal o cual manera, qué imágenes o que frases fueron las activadoras de algunos recuerdos o emociones. En este caso cuando vi “Despedidas” fui muy consciente de por qué me gustó tanto y también de que mi crítica no podría ser nada objetiva. Ya había visto en alguna otra película el tema del amortajamiento, incluso algún reportaje al respecto; pero ayer no sólo lo vi, sino que lo sentí, quizás adornado con esa magia del cine, y está bien, no era un reportaje y no me interesaba conocer la realidad sobre los entierros en Japón. Sin embargo si conozco como lo hacemos aquí. Cuando mi madre nos dejo después de veintisiete horas en que se fue apagando poco a poco y tuvimos la suerte de poder estar con ella hasta el final y despedirnos, pasó algo surrealista: Al poco rato de que el médico nos comunicó que ya se habían apagado todos sus órganos vino una enfermera para comunicarnos que debíamos dejar libre la habitación para otro paciente y que fuéramos recogiendo las cosas de mi madre, resultó extraño guardar las prendas y objetos que nunca más iba a necesitar, pero lo más raro fue hacer todo eso con su cuerpo presente, estaba en paz, se le veía bien, yo incluso la acaricié y la peiné, me sentí bien viéndola así, como dormida, aún era mi madre. Si todo hubiese acabado ahí, ahora tendría mejor recuerdo, pero aún quedaba por pasar todo lo impersonal de nuestros entierros, sobretodo el velorio, donde sentí que mi madre ya no era aquella a la que maquillaron de forma extraña y ni siquiera le disimularon la costura que hacen entre los dos labios; y todo esto lo veía dentro de una urna de cristal. No pude volver a besar a mi madre, ni acariciar su pelo. Por eso me emocionó tanto esta película que me hizo sentir que puede haber una forma mejor de hacer las cosas, yo lo viví a medias, ya que recuerdo que en el hospital mientras recogíamos las cosas incluso reímos; como rieron en el film las nietas al ponerle los calcetines a la abuela y yo a mi madre le hubiese puesto uno de sus collares hippies que tanto la identificaban, como hace el protagonista cuando le pone el pañuelo a la señora de los baños públicos.

miércoles, 13 de enero de 2010



No me preguntes porqué, pero hoy tan sólo quiero que te mueras, que deje de brillar el sol en tu frente, que tu camino sea un sendero lleno de vidrios rotos por el que tengas que caminar descalzo y que todos los zapatos del mundo te queden pequeños, cosa fácil, ahora que eres un gigante.

No me preguntes porque, pero contigo hoy perdería yo las formas, para con placer, deformar otras, quizás las tuyas, las de tu asquerosa cara. Te ahogaría sin pensarlo en el mar de mis lágrimas muertas. Te mataría hasta morirme.

No me preguntes porque, pero te envidio, y no en la medida de lo razonable, sino con mucho odio, y es ahí, en el odio, donde me pierdo, donde se pierde conmigo el equilibrio, donde la balanza que lo mide baja furiosa y mortal, guillotinado el extremo enano donde con miedo y asustado te deseo lo peor.

martes, 12 de enero de 2010

compulsiones