Es uno de los afectos fundamentales y, por eso, es imposible definirla de un modo absoluto. Si alguien no la ha experimentado nunca, ¿cómo podríamos hacerle comprender en qué consiste? Pero todos la hemos experimentado alguna vez. La alegría brota cuando se satisface un deseo intenso (la alegría del bachiller el día de entrega de las notas), cuando se evita una desdicha (la alegría de quien se ha recuperado de una enfermedad, o del convaleciente), cuando nos invade la felicidad, o parece hacerlo (la alegría del enamorado cuando se sabe amado)…Goce, pero espiritual o espiritualizado (re-gocijo). Es el elemento de la felicidad, a la vez mínimo (en el tiempo) y máximo (en intensidad). Sin embargo, es un elemento singular: no se puede imaginar la felicidad sin ella (al menos sin su posibilidad), pero la alegría puede existir sin la felicidad. Es como una satisfacción momentánea de todo el ser: un asentimiento a uno mismo y al mundo. Epicuro diría: placer en movimiento del alma; y Spinoza: aumento de potencia (paso a una perfección superior). De hecho, existe en la alegría una movilidad específica, que constituye su fuerza al mismo tiempo que su debilidad. Algo en ella-o en nosotros-le impide durar. De ahí el deseo de beatitud (deseo de eternidad) y el sueño de la felicidad (cuyo único contenido psicológico observable quizá sea la alegría) La alegría es así nuestra guía y nuestra regla: para el alma, su lucero del alba. Es el origen, para nosotros, de la idea de salvación. (La alegría -escribe Spinoza-es el paso de una menor a una mayor perfección).Como la perfección misma no es otra cosa que la realidad, eso significa que la alegría es el paso a una realidad superior, o, mejor, a un grado superior de realidad. Regocijarse es existir más: la alegría es el sentimiento que acompaña en nosotros a una expansión, o a una intensificación, de nuestra potencia de existir y de obrar. Es el placer-en movimiento y en acto-de existir más y mejor.
Recuerdo que hace un tiempo, un amigo que acababa de cumplir setenta años, me comentó que empezaba a tener conciencia de muerte, que sintió que todo el camino recorrido era mucho mayor que el camino que le quedaba por recorrer y por eso ahora quería escoger bien lo que decidiría hacer ya que el tiempo es menor. Yo claro está con la mitad de años menos no pude saber que se siente, aún así le entendí perfectamente. Pero lo que me admiró realmente de aquella conversación, que no fue más larga de lo que aquí escribo, es la respuesta de mi buen amigo cuando le pregunté: ¿y hay algo de lo que te arrepientas de no haber hecho? _“no haberme usado más” respondió. Creo definitivamente que esa respuesta es de alguien que ha sabido y sabe vivir con Alegría.

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