miércoles, 13 de enero de 2010



No me preguntes porqué, pero hoy tan sólo quiero que te mueras, que deje de brillar el sol en tu frente, que tu camino sea un sendero lleno de vidrios rotos por el que tengas que caminar descalzo y que todos los zapatos del mundo te queden pequeños, cosa fácil, ahora que eres un gigante.

No me preguntes porque, pero contigo hoy perdería yo las formas, para con placer, deformar otras, quizás las tuyas, las de tu asquerosa cara. Te ahogaría sin pensarlo en el mar de mis lágrimas muertas. Te mataría hasta morirme.

No me preguntes porque, pero te envidio, y no en la medida de lo razonable, sino con mucho odio, y es ahí, en el odio, donde me pierdo, donde se pierde conmigo el equilibrio, donde la balanza que lo mide baja furiosa y mortal, guillotinado el extremo enano donde con miedo y asustado te deseo lo peor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario