No me preguntes porque, pero contigo hoy perdería yo las formas, para con placer, deformar otras, quizás las tuyas, las de tu asquerosa cara. Te ahogaría sin pensarlo en el mar de mis lágrimas muertas. Te mataría hasta morirme.
No me preguntes porque, pero te envidio, y no en la medida de lo razonable, sino con mucho odio, y es ahí, en el odio, donde me pierdo, donde se pierde conmigo el equilibrio, donde la balanza que lo mide baja furiosa y mortal, guillotinado el extremo enano donde con miedo y asustado te deseo lo peor.

No hay comentarios:
Publicar un comentario